A veces se confunde el concepto sin ánimo de lucro con gratuito. Todos los años hablo con directores de festivales que me comentan que no pueden generar ingresos porque los proyectos que gestionan no tienen ánimo de lucro.
Cuando hablamos de entidades, asociaciones o fundaciones sin ánimo de lucro, quiere decir que los ingresos deben ser destinados a los fines de la organización, que éstas no pueden repartir beneficios. Pero no significa, ni mucho menos, que no puedan generar ingresos.
Los sectores económicos desde un punto de vista institucional y organizativo se dividen en tres:
- Primer sector, formado por las administraciones y las organizaciones de carácter público.
- Segundo sector, formado por las empresas privadas que tienen como fin la búsqueda de beneficios.
- Tercer sector, que forman las asociaciones, fundaciones y ONG sin ánimo de lucro. Estas entidades llevan a cabo proyectos sociales y culturales necesarios para la sociedad, que el sector público no puede cubrir. Por ello, tienen una funcionamiento propio de la empresa privada, pero sin poder obtener beneficios, como ocurre en la administración pública. El observatorio del tercer sector es una organización independiente que trabaja para dar a conocer este sector en nuestro país.
En la gestión cultural (y en los festivales de cine) el coste total de un proyecto incluye los sueldos del equipo y de los programadores. Estos sueldos no son beneficios.
Los beneficios son la diferencias entre los costes del proyecto y los ingresos que éste genera. En los casos de las entidades del tercer sector estos «beneficios» se reinvierten en la propia actividad, lo que permiten mejorar los proyectos en marcha o crear nuevos, es decir, generar beneficios para la sociedad.
Por tanto, un tercer sector profesionalizado es muy importante para el desarrollo cultural de un país, es fundamental para garantizar la libertad y la independencia de los proyectos culturales frente a los cambios políticos y a las leyes del mercado.
Si analizamos las dos potencias culturales y económicas del mundo, ambas se caracterizan por un tercer sector muy importante: Estados Unidos y Francia.
En los Estados Unidos la mayoría de los festivales están organizados por entidades «sin ánimo de lucro». Muchas de ellas se denominan «Film Society» (equivalentes a los cine-clubs en España). Un ejemplo de estas entidades sería la Film Society Lincoln Center, que organiza el Festival Internacional de Cine de Nueva York, gestiona las salas de proyección del Lincoln Center y otros 13 festivales más, además de proyectos educativos.
Hay otros festivales en Estados Unidos organizados por entidades sin ánimo de lucro, como el Sundance Institute o el American Film Institute. Estas entidades se financian por su propia actividad y por patrocinadores públicos y privados.
En Francia hay un desarrollo muy importante de las asociaciones y de las entidades sin ánimo de lucro, que son el eje fundamental del sector cultural. Tenemos el caso paradigmático del Festival de Cortometrajes de Clermont-Ferrand, organizado por la asociación Sauve qui peut le court métrage. En los últimos años se han ido jubilando los miembros del equipo que creó el festival en 1979. De manera natural se ha renovando por trabajadores y colaboradores del festival, manteniendo de esta manera la buena salud y la continuidad del proyecto.
Esta asociación ha crecido gracias a los apoyos públicos, pero sobre todo a su propia actividad. Ha generado proyectos que han convertido este festival en el más importante del mundo en su segmento (mercado de cortometrajes, centro de documentación, plataforma de distribución on line, foro de coproducción, etc. ).
En España, la falta del desarrollo del tercer sector cultural está en la base de los crisis de los festivales de cine. La mayoría de ellos están gestionados directamente por el sector público. Muy pocos están gestionados por fundaciones o asociaciones, los casos de la Fundación del Festival de Cine Sitges o del Festival de Cine de Huesca son excepciones.
Es urgente que todos los sectores implicados, tanto públicos como privados trabajen para potenciar el tercer sector cultural y hacerlo cada vez más libre e independiente. Pero, sobre todo, es fundamental que los gestores culturales en el ámbito cinematográfico entiendan que tienen que hacer rentables sus proyectos.
Seguir considerando que un proyecto cultural sin ánimo de lucro no puede generar ingresos económicos, supone condenar al sector cultural a su desaparición.
Alain Lefebvre dice
Un texto muy lúcido que ayuda a entender un poco más la situación actual. El debate empieza ya…